Preocupación, ese el principal sentimiento que me une al Transantiago. Es innegable la necesidad que existía de cambiar el sistema de transporte público, sin embargo, la implementación del Plan Transantiago ha tenido inconvenientes debido a que no consideró este proceso en su integridad, sin contemplar el enorme cambio cultural que significaba para los habitantes de la cuidad. Primó la visión burocrática mercantil y no se consideró a la ciudadanía.
Hasta ahora Transantiago no ha entregado los beneficios que se esperaban, ya que considero que éste fue un sistema creado en un escritorio, sin considerarse las variables sociales y culturales de los ciudadanos.
Esto queda de manifiesto al no haberse creado un comité consultivo ciudadano, el que habría facilitado la integración de las personas a esta nueva forma de ver y utilizar el transporte público. Claro está que quedan puntos que modificar y mejorar, como la frecuencia y cantidad de buses, pero también se requiere de una actitud positiva frente a estas transformaciones y si, anteriormente, se hubiese considerado la opinión de los ciudadanos, junto a la de los alcaldes y otros actores de la sociedad civil involucrados en este tema, sería mucho más fácil asimilar el proceso.
Pese a esto, no entiendo el rechazo irrestricto de algunos sectores frente al nuevo sistema, ya que más que criticar, la idea es superar juntos cada uno de los problemas que se vayan presentando. Creo que algunas medidas que se arguyen, como enviar a la calle nuevamente a los buses amarillos, son absurdas y reaccionarias y no solucionan en nada los inconvenientes actuales.
Por esa razón es que estamos llamando a crear el Comité Consultivo Ciudadano, para satisfacer los requerimientos de todos quienes usamos el sistema de transporte público y así, poder encontrar las soluciones y encauzar positivamente las acciones futuras.
Uno de los problemas principales se relaciona con el hecho de las pocas instancias que ha tenido el gobierno para poder intervenir en este sistema; en ninguna parte del mundo, ya sea Nueva York, Japón o Curitiva –por dar algunos ejemplos- un sistema de transporte ha sido implementado por privados.
Está claro que la ciudad de Santiago vive un importante proceso de cambio en el transporte público, no obstante, esta transformación cultural no se tomó en serio por parte de las autoridades de gobierno ni tampoco por los múltiples actores involucrados. Es necesario, entonces, realizar un cambio estructural significativo, para dar un giro efectivo de este modelo para se convierta en el sistema de transporte público que los ciudadanos esperamos y necesitamos.
Transantiago convertirá a nuestra cuidad en un lugar más amable, con menos buses en las calles y sin el ruido ensordecedor tan característico de las grandes urbes, aunque primero debe cumplir con su objetivo básico que es transportar de manera efectiva a los habitantes de Santiago. Es preciso tomar en cuenta la voz de la ciudadanía: si no se hizo antes, es justo que se haga ahora.