La prohibición de las bolsas plásticas es una buena medida para empezar a eliminar el plástico de nuestra vida cotidiana y como tal, merece todo nuestro apoyo. Sin embargo, si esta iniciativa no va acompañada con la eliminación de todos los elementos plásticos de uso único como cubiertos, vasos, platos y bombillas descartables, corre el riesgo de transformarse en una operación de maquillaje verde.
Esto es así porque el mercado y la publicidad nos bombardearán con la milagrosa llegada del “plástico biodegradable” o el “plástico reciclable” que aparentemente es absorbido por la naturaleza sin producir ningún daño al medio ambiente. Lo que la publicidad y el mercado no dirán es que en realidad esconden los nocivos usos de los polímeros derivados del petróleo.
La pregunta es: ¿Necesitamos realmente estos utensilios de plástico para utilizarlos una vez y luego botarlos?
Tomemos el caso de las “bombillas de plástico” que hoy en día acompañan la acción de beber en la sociedad de consumo. Tan sólo en Estados Unidos se consume diariamente la increíble cifra de 500 millones de bombillas; la cadena de comida chatarra McDonald’s utiliza todos los días 60 millones.
Si uniéramos cada una de estas bombillas de plástico que se consumen en un día formaríamos una hilera que daría la vuelta al mundo dos veces y media. Con estas cifras no es de extrañar que hoy las bombillas representen el 4 por ciento de todo el plástico presente en nuestros ríos, lagos y océanos.
En este escenario, la Unión Europea decidió eliminar la fabricación y utilización de diez objetos de plástico de un sólo uso que son responsables del 70 por ciento de la basura marina tales como bastoncillos de algodón, cubiertos, platos, bombillas, agitadores de bebidas y palitos destinados a sostener globos. En el caso de los recipientes de bebidas de plástico de un sólo uso únicamente permitirán la comercialización si las tapas o tapones permanecen unidos al recipiente. La normativa de la Unión Europea va mucho mas allá y fija para el 2025 el plazo en el que los Estados miembros deberán recoger el 90 por ciento de las botellas de plástico de un sólo uso.
¿Podemos prescindir del uso de las bombillas de plástico? Por cierto estos objetos constituyen un buen ejemplo de lo irracional que ha sido adoptarlos en la vida cotidiana. Para quienes deseamos transitar por la vía de la simplicidad abandonando progresiva pero sostenidamente la sociedad de consumo, esta acción de prescindir de un objeto superfluo debería ser muy fácil de aplicar si es que todavía no lo hemos hecho.
El mundo está sobrepasado en sus límites biofísicos y no existe otra forma de estabilizar la vida en el Planeta que no sea el decrecimiento y la eliminación de la sociedad de consumo. Los científicos y los economistas conscientes afirman que la estabilización de la temperatura del Planeta y la detención de la perdida de la biodiversidad requieren de un decrecimiento efectivo de la actividad humana productiva de un tres por ciento anual durante los próximos 40 años.
Me temo mucho que nadie del establishment que gobierna al mundo y a nuestros países está dispuesto a tomar en serio estas cifras. Sin embargo, ya no es el tiempo de persuadir por algo que ocurrirá en el futuro. Lo que estamos comenzando a observar es la sensibilización y la toma de consciencia a partir de los hechos cotidianos que dan cuenta de la transgresión de los límites ambientales. En este sentido, la acción ecológica asume una nueva lógica y es conducida por los propios trastornos que hemos provocado en la naturaleza y que se vuelven contra nosotros como un mortífero bumerán.
La acción de decrecimiento podría asemejarse al viaje en un cómodo y moderno avión que, en medio de su travesía, tiene una grave emergencia y el piloto decide hacer un aterrizaje en el desierto en vez de continuar su ruta. De igual forma, para salvar al Planeta y a la civilización industrial de su inminente colapso, existirán sólo dos vías: parar el crecimiento económico industrial o eliminar la producción de lo superfluo que hoy constituye casi la mitad del crecimiento y alimenta la sociedad de consumo.
Mientras tanto, prepararnos para enfrentar las contingencias del cambio climático, la contaminación y la basura, buscar formas de vida y lugares donde podamos organizarnos para vivir sin plástico e innumerables elementos superfluos, es lo que está a nuestro alcance y es lo que podemos hacer desde ahora.
La guerra contra el uso indiscriminado del plástico ha comenzado. No sólo está en juego la calidad de vida sino la supervivencia misma de nuestra especie y de muchas otras más.