En París, el jueves pasado la temperatura alcanzó los 42,4 grados y marcó un récord absoluto en la historia de la ciudad. Como si fuera poco, esta temperatura se registró en julio y aún resta atravesar todo el mes de agosto que suele ser el más caluroso del verano boreal.
A raíz de las olas de calor que azotaron a Europa el año pasado, los europeos comenzaron a vivir en su propio entorno las manifestaciones más evidentes de la crisis climática originada por el calentamiento global y por la inacción de la clase política y económica que gobierna el mundo.
Fue también en este contexto que nacieron en el viejo continente los dos principales movimientos climáticos ciudadanos que hoy lideran la lucha contra el cambio climático. Estos movimientos, en menos de un año, hicieron posible el surgimiento y la instalación progresiva de un nuevo eje de la política que busca desplazar al eje tradicional que predominó durante todo el siglo pasado y que estuvo constituido por un polo de derecha (aquí lo llamaremos “azul”) y otro de izquierda (“rojo”).
Ahora comienza a vislumbrarse una nueva polaridad que ya se manifestó en las últimas elecciones europeas donde las opciones que más crecieron fueron dos nuevas fuerzas que llamaremos “los pardos” y “los verdes”. La opción “parda” es la que desde la negación de la emergencia climática apela a una respuesta autoritaria para enfrentar la crisis. En contraposición, la opción verde es la que impulsa un movimiento ciudadano inclusivo que hace frente a la emergencia climática de forma democrática.
Mientras esta transformación de la política comienza a evidenciarse lentamente en el ámbito de la democracia representativa, es en las calles donde ya se manifiesta de forma acelerada gracias al accionar de estos movimientos. En un resurgir de una democracia participativa, la gente está comenzando a “votar con los pies” y parece orientarse, peligrosamente para el sistema, hacia una actitud contraria al actual orden económico y político.
Todo apunta a que, a medida que la crisis climática se acentué, aumenten también las olas de calor en las ciudades (y las inclemencias climáticas en general) y crezcan aún más estos movimientos ciudadanos que exigen soluciones urgentes y que por ser también radicales resultan imposibles de absorber para el sistema sin que el mismo desaparezca. De esta forma, pensamos que podría estar incubándose un clima de rebelión social generalizada.
Estos movimientos ciudadanos por el clima tienen como característica común que son transversales: están integrados por personas que jamás estuvieron en la política y por personas que se definen de derecha o de izquierda. Lo que los une es el hecho de considerar a la lucha contra el cambio climático como su principal prioridad. Son también movimientos asistémicos en el sentido de que nacen en oposición a la elite política y económica a la que acusan de ser responsable e incapaz de resolver la crisis climática. Finalmente, son movimientos pacifistas pues han renunciado a ejercer la violencia para alcanzar el cambio social y su método principal de lucha es la desobediencia civil y el uso de estrategias no violentas.
Estos movimientos sostienen que con la participación del 3,5 por ciento de la población mundial se podrá desplazar a la elite dominante y cambiar el actual sistema con una rebelión global, “planetaria”, en un contexto de agravamiento de la crisis climática.
El primer movimiento ciudadano propiamente climático que nació fue el impulsado por la joven niña sueca Greta Thunberg en agosto de 2018. Desde esa fecha, la acción de protesta #FridayForFuture moviliza a millones de jóvenes y está presente en más de cien países. Este mismo movimiento es el que ha convocado a una huelga escolar mundial para el 20 de septiembre de este año.
El segundo movimiento ciudadano por el clima, Extinction Rebellion, nació en Londres en una Asamblea General el 31 de octubre de 2018 y se dio a conocer mundialmente en abril de este año al bloquear por casi una semana los principales puentes de la ciudad para exigir que el Parlamento inglés declarara la emergencia climática. Desde entonces, el movimiento organizado mundialmente logró que cuatro parlamentos nacionales y más de 500 ciudades y comunas del todos los continentes declararan la emergencia.
Extinction Rebellion -acompañado por más de cien organizaciones sociales y ambientales- hizo recientemente un llamado para llevar adelante una huelga general por el clima el viernes 27 de septiembre, una semana después de la huelga organizada por los jóvenes de #FridayForFuture.
Finamente, en este mismo contexto, es importante destacar que estos movimientos ciudadanos están acompañados desde sus inicios por la comunidad científica que en dos misivas expresó su apoyo directo a las tres demandas principales:
- Que se diga la verdad a los ciudadanos sobre la gravedad de la crisis climática.
- Que se declare la emergencia climática en todos los niveles: en pueblos, ciudades, comunas y regiones hasta establecer la emergencia a nivel país y luego de forma mundial.
- Que se establezcan en todas las instancias anteriores concejos de ciudadanos que colaboren en la implementación y en la fiscalización de las políticas públicas que buscan enfrentar la crisis ambiental.
Pensamos que con las olas de calor que afectan a Europa aumentará aún más la presión ciudadana para generar cambios drásticos. La última encuesta realizada por The ComRes survey señala que el 71 por ciento de los británicos está más interesado en el cambio climático que en el propio Brexit. Además, seis de cada diez piensan que el Gobierno no está haciendo lo suficiente por enfrentar la crisis.
La gente comienza a desesperarse y a percibir que las autoridades no le están diciendo la verdad sobre la gravedad de la situación. Es por eso que crece un sentimiento de ecoangustia colectiva por el futuro de la especie humana.
La presencia de estos dos movimientos ciudadanos en París hoy es muy fuerte y si además están acompañados por una política “verde” activa – hay que considerar que la ciudad ya se declaró oficialmente en emergencia climática- el aumento sostenido de la temperatura hace presagiar que una rebelión social podría instalar un nuevo principio a los surgidos con la Revolución Francesa. Ojalá se trate de libertad, igualdad, fraternidad y “sustentabilidad” antes de que sea demasiado tarde.