Todas las semanas los seres humanos ingerimos un promedio de dos mil partículas de plástico. Esto equivale a consumir cinco gramos, es decir, el peso de una tarjeta de crédito. En total, serían unos 250 gramos consumidos al año según concluyó una investigación realizada por la Universidad de Newcastle,en Australia.
Estas pequeñas partículas -también conocidas como “micro plástico”- son un derivado del petróleo que tiene menos de cinco miligramos de diámetro. Están aquellas partículas que han sido concebidas expresamente para ser utilizadas en la fabricación de objetos-como por ejemplo en las pastas de dientes-y están también aquellas que surgen de la desintegración,por el desgaste o el fraccionamiento, de los objetos de plástico como las botellas de bebidas, la ropa u otros objetos en general.
A medida que se estudia la presencia de micro plástico en los alimentos yse conoce su impacto en la salud de los seres humanos y los animales,estas pequeñas partículas se han revelado como uno de los principales problemas ecológicos del año 2018 y 2019. Cada año vertemos al mar más de 8,8 millones de toneladas de plástico lo que es equivalente a verter un camión de basura por minuto. Lógicamente, esta situación no puede sostenerse por más tiempo.
El combate contra la ingesta de plásticos deberá convertirse en una práctica cotidiana de la ciudadanía en general. Si en 2004 era posible eliminar el uso del plástico desde el punto de vista de un consumidor consciente que practicara las tres reglas de la ecología (reciclar, reutilizar y reducir);hoy en día esa posibilidad de transformación se clausuró por completo a raíz del cambio climático.El avance de la crisis climática y ecológica que afecta al planeta da cuenta de que estas prácticas resultan hoy absolutamente insuficientes frente a la magnitud del problema.
En primer lugar, debemos señalar que las metas fijadas por la ONU para afrontar el cambio climático, que implican estabilizar el aumento de la temperatura en 1,5 grados sobre lo normal para el 2030, son tan exigentes que en realidad la única forma de cumplirlas es haciendo decrecer la economía. Ya no se puede pretender crecer de forma ilimitada en un mundo que es finito y esto empieza a resultar evidente para todos.
Entonces, “decrecer” para frenar el cambio climático es algo que podemos hacer nosotros de forma voluntaria o es algo que hará la naturaleza después del colapso de la civilización, situación a la que nos dirigimos aceleradamente.
En este contexto, si tuviéramos que seguir practicando las R de la ecología,éstas ya no serían tres sino siete. Al adoptar estas últimas reglas ya estaríamos saliendo del “consumo consciente”, que cree aún en el mercado, para ir hacia un “consumo ecológico”que busca salir del mismo. Las siete reglas que contribuyen enormemente a frenar el cambio climático son:
- REFLEXIONAR: En primer término,debemos preguntarnos y cuestionar las reales necesidades que buscamos satisfacer todos los días.El mercado ejerce una verdadera dictadura sobre las necesidades ofreciendo un consumo ilimitado. No debemos olvidar que el mercado brinda “satisfactores” para las necesidades y que la mayorías de ellas no son reales.
- RECHAZAR:Después de cuestionarnos, llega el momento de decirle“no”a lo innecesario.
- REDUCIR: La única manera de disminuir la presión sobre el planeta es reducir la demanda de elementos y recursos que provienen de la naturaleza.
- REUTILIZAR:es una forma de disminuir nuestros residuos.
- RECICLAR:es otra forma de reducir nuestros residuos, en este caso, los plásticos.
- REDISTRIBUIR: Si no vamos a aumentar el volumen de mercancías, debemos distribuir mejor lo que ya existe.
- RECLAMAR: Es necesario reclamar los derechos violentados por el modelo consumista.
La vía de la simplicidades una forma de vida que nos permite estar atentos a nuestro consumo en general. Al transitar esta simplicidad, también podremos evitar intoxicarnos con plásticos y estaremos consumiendo sólo aquello que es sano para nuestro organismo y que es justo y responsable con nuestra comunidad y nuestro planeta.