El próximo 27 de septiembre se realizará la primera huelga mundial por el clima. Se trata de una inédita acción de desobediencia civil no violenta que tendrá lugar tanto en Chile como en todo el mundo y que se inscribe dentro de una semana de actividades que comenzó el viernes 20 con la huelga de los jóvenes escolares. El movimiento liderado por Greta Thunberg y conocido como Friday For Future pretendía movilizar a más de un millón de personas y lo cierto es que superó todas las expectativas. En total, el viernes pasado se movilizaron más de cuatro millones de jóvenes de todas partes del mundo.
Entonces, la huelga del viernes 27 es muy probable que sea multitudinaria. Sus organizadores pretenden reunir en torno a la emergencia climática y por medio de la desobediencia civil pacífica una masa crítica que represente el 3,5 por ciento de la población mundial, es decir, a unos 340 millones de personas. Desde su punto de vista, si consiguen movilizar de forma pacífica a todas esas personas, entonces será posible desplazar –también de forma pacífica- a la elite económica y política que gobierna el mundo y que es la responsable de causar la crisis climática y ecológica que nos lleva hacia el colapso de la civilización.
Este objetivo no es caprichoso y el hecho de ser una acción pacífica es primordial. Según un estudio realizado por María J. Stephan y Erica Chenoweth sobre los movimientos de desobediencia civil ocurridos a lo largo de la historia reciente -como los impulsados por Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Nelson Mandela- de un total de 323 campañas de resistencia civil ocurridas entre los años 1900 y 2006, el 53 por ciento de las acciones pacíficas alcanzaron el éxito mientras que sólo cumplieron sus objetivos el 26 por ciento de las campañas violentas.
Sin embargo, tanto en Chile como en otros países de Latinoamérica reina una completa desinformación sobre estas acciones globales. Esto es así porque la prensa es controlada por el poder económico y por los gobiernos de turno. La prensa sólo da cuenta de los efectos del cambio climático sin profundizar sobre las causas que han provocado dichos eventos y sin difundir el accionar de los nuevos movimientos que han surgido.
El caso de la niña sueca Greta Thunberg y su movimiento Friday For Future es prácticamente una excepción. Sin embargo, aún en este caso, los medios eluden sistemáticamente que la acción que promueven es una huelga (una forma de desobediencia civil pacífica ya que interrumpe una actividad dentro del sistema) y prefieren abordar la acción como una manifestación de jóvenes preocupados por el clima.
Como siempre ha sucedido -y a pesar de estar viviendo los efectos de la crisis climática-, nuestro continente se sumará de forma rezagada a la ola mundial que impulsa la rebelión climática y son varios los factores que sirven para explicarlo.
En primer lugar, los partidarios de la huelgas climáticas practican “los arrestos intencionales”, es decir, al más puro estilo de revolución pacífica de Gandhi, no se oponen a su arresto cuando hacen una acción de desobediencia civil pacífica. En Alemania, por ejemplo, se han organizado para cerrar una planta de carbón o para producir su propia electricidad con energía renovable y ahora tienen la meta de bloquear los accesos a 500 ciudades. En cambio, en Latinoamérica aún está poco desarrollada la cultura de la desobediencia civil no violenta y abundan las típicas manifestaciones con pancartas y lienzos que –según la visión de estos nuevos movimientos- han fallado en su propósito de provocar cambios radicales.
En segundo lugar, en los países del norte, la generación Z (los que tienen entre 13 y 20 años) y los millennial (entre los 21 y los 34 años) le arrebataron el control de los movimientos sociales a la generación del ´80 y a la vieja generación (los baby boomers que nacieron después de la segunda guerra mundial). Estas generaciones mayores siguen controlando los movimientos sociales en Latinoamérica -y también en España y en Portugal- por lo que se sienten incómodas con el uso del término “huelga” fuera del ámbito tradicional de los trabajadores. En esta parte del mundo, las organizaciones y los líderes todavía se siente más cómodos con la práctica de las tradicionales manifestaciones que con la desobediencia civil pacífica y masiva impulsada por Friday For Future o por Extinction Rebellion.
El viaje de Greta a Chile en el contexto de la COP 25 tiene como objetivo potenciar la penetración de estos movimientos en la región y contribuir a crear una nueva generación de militantes por el clima que permita de una vez por todas enfrentar con éxito el extractivismo presente en la región. El extractivismo corresponde tanto a gobiernos de izquierda como de derecha y es la causa de enormes desastres ambientales en Latinoamérica como los recientes incendios en la Amazonía.
Los resultados de las grandes movilizaciones de jóvenes en Estados Unidos y en todo el mundo le están dando la razón a Greta: la elite económica y política ya está asustada y comienza a mostrar su incomodidad frente a la presencia de los jóvenes.
El tiempo se agotó para enfrentar el cambio climático de manera gradual. Estamos ante una emergencia climática de una gravedad tal que sólo tenemos 11 años para intentar -con algo de éxito- frenar el aumento de la temperatura. Después del año 2040, la inercia climática nos llevará a los 2 grados de aumento más allá de lo que hagamos hoy, según trascendió recientemente en un informe de científicos franceses (CMIP6).
La crisis climática es el problema más urgente que la humanidad debe afrontar y ante la pasividad de nuestros dirigentes, como ciudadanos no nos queda otra opción que rebelarnos contra nuestra posible extinción tanto como civilización o como especie. Es por eso mismo que la rebelión ha comenzado.