Las cooperativas solares ciudadana y el autoconsumo energético

de dzamorano
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En Chile, después de las reformas tributaria, educacional y constitucional, debiéramos prepararnos para impulsar una gran reforma energética, o mejor dicho, una verdadera revolución energética que ponga al habitante de este país, sin distinciones, en el centro de sus beneficios.

La entrada en vigencia la próxima semana de la ley que permitirá la conexión de los hogares que produzcan energía renovable a la red eléctrica, recibiendo una remuneración por la inyección de parte de esa energía a la red, marca el inicio de la creación de un nuevo sector de nuestro sistema energético, esto es, la energía producida por los ciudadanos comunes y corrientes.

Si bien esta ley sale desprovista de su espíritu original, cual es que al productor de energía solar se le retribuya el mismo precio que cobra la empresa distribuidora, constituye un gran avance, pues la nueva composición que tiene actualmente el Congreso puede modificar rápidamente la tarifa para hacerla más justa y equitativa .

Los cambios que se están produciendo en nuestro modelo energético avanzan a un ritmo vertiginoso. Si hasta el año 2013 el modelo energético chileno solo tenía un solo actor productivo -la empresa privada-, este año vemos posicionarse al Estado como nuevo actor de fomento e impulso energético del país. Pero a este modelo le falta aún un tercer pilar: el de la ciudadanía organizada y asociada para producir electricidad a partir de fuentes de energía renovables que están a su alcance en su casa, en su barrio o en su ciudad, como el viento y la energía solar.

No existe una energía más accesible y democrática que la energía solar. El sol sale para todos los habitantes y nadie puede impedir que cualquier ciudadano pueda captar su energía directamente para su uso.

Si la propia Organización Mundial de Energía señala que para el año 2050 la energía solar será la principal fuente de energía que tendrá el Planeta, no hay donde perderse. Y lo será también para Chile, que gracias a su geografía tiene la zona de mayor radiación solar del mundo. Hoy día bastaría una sola planta solar de 20 kms de largo por 20 kms de ancho ubicada en el desierto de Atacama para producir el equivalente de toda la energía eléctrica que tiene actualmente el país.
Si las ventajas son tan evidentes, ¿por qué los ciudadanos comunes y corrientes no pueden beneficiarse directamente de la energía del futuro que ya comienza a desarrollarse en nuestro país?

Los chilenos necesitamos comenzar a asociarnos para producir nuestra propia energía, aquella que utilizamos diariamente para vivir. Organizarnos en nuestro barrio, nuestra comuna, en nuestro pueblo o ciudad para instalar colectores solares en los techos o en terrenos comunitarios. En este momento ya existen cinco cooperativas solares ciudadanas en nuestro territorio: una en Aysén, dos en la Araucanía, una Santiago y una en la Quinta Región. Y ya vienen otras en Coquimbo, Copiapó y Arica, y en algunos años más esperamos que estén por todas partes.

En los países que llevan la delantera en el uso de la energía solar, como Alemania, ya se han constituido más de 700 cooperativas de energías renovables, las cuales superan los 8,2 millones de usuarios que utilizan sus servicios.
En Chile, después de las reformas tributaria, educacional y constitucional, debiéramos prepararnos para impulsar una gran reforma energética, o mejor dicho, una verdadera revolución energética que ponga al habitante de este país, sin distinciones, en el centro de sus beneficios.

Publicada en El Dínamo

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