Muchos son los que se preguntan cómo hacer para comenzar a transitar por la Vía de la Simplicidad desde la realidad en la que nos encontramos, inmersos en la sociedad de consumo. La estrategia principal que promueve la Vía de la Simplicidad consiste en centrar las energías de cambio no tanto en prácticas de oposición y denuncia de lo establecido -que por cierto hay que continuar haciéndolas- sino en seguir un camino más silencioso y solitario que nos permita alejarnos progresivamente de la sociedad de consumo. Esto se logra por medio de la recuperación de las habilidades personales y colectivas que se centran en la producción y el consumo de los elementos que necesitamos para vivir. Es dentro de este contexto que surgen los conceptos de “Prosumidor” y “Mediero” y que se aplican a las ciudadanas y ciudadanos que practican esta otra forma de vida.
El convertirse en un Prosumidor, es decir en alguien que produce lo que consume, puede extenderse a todas las esferas de la vida aun antes de que llegue la Era de la Escasez. Con la acción de “prosumir”, procuramos conquistar grados de autonomía en nuestra alimentación siendo realistas al no pretender por completo la autarquía que, en las circunstancias actuales, es un estado muy difícil –y casi utópico- de alcanzar.
A la hora de alimentarnos, podemos comenzar produciendo nuestro propio pan o llevando adelante un huerto orgánico en nuestra casa, ya sea en el patio o incluso en el balcón. Si no disponemos de suficiente espacio también podemos participar en un huerto comunitario de los muchos que hoy comienzan a florecer en diversas comunas y ciudades.
Otra modalidad que se extiende y que también podemos adoptar es la vieja forma de “Mediería” pero ahora bajo un nuevo tipo de relación que se destaca por ser entre el campo y la ciudad. En efecto, la mediería es una modalidad de producción muy utilizada en el campo y que consiste en que el propietario de un terreno agrícola pacte con un agricultor que no tiene ese terreno la realización de siembras o crianzas de animales, repartiéndose los frutos de este acuerdo, de forma equitativa, al término del ciclo productivo.
Lo nuevo en esta mediería es que el pacto se hace entre un agricultor que posee terrenos agrícolas y un ciudadano urbano que probablemente viva en un departamento y que no posea nada o muy poco conocimientos sobre esas prácticas. Para ilustrarlo, podemos tomar el ejemplo de la mediería en la producción de miel para el autoconsumo: el ciudadano urbano coloca el capital para la construcción o mejora de panales y colmenas y el apicultor brinda su conocimiento y su trabajo para el buen desempeño del panal. Al término del ciclo, ambos se reparten equitativamente la cosecha de miel; el apicultor incorpora su parte a su emprendimiento y el ciudadano urbano obtiene la miel para su autoconsumo y de su núcleo familiar. Esta misma modalidad, en la actualidad, se está extendiendo a otros productos como los huevos de campo y la producción orgánica de cereal.
Estos mismos criterios podemos aplicarlos también a la energía que consumimos. A la revolución tecnológica y la baja de precio que experimentaron las instalaciones solares -descendieron cerca de un 80% su valor en los últimos cinco años- le sobreviene ahora la baja también de los precios en las fuentes de acumulación de la energía. Tanto es así que se estima que el costo de adquisición de las baterías seguirá la misma trayectoria que la de los paneles solares lo que nos permitirá hacer un uso común de la energía a través del trueque o la mediaría.
Pero, al mismo tiempo, quienes no tienen los medios para dotarse de una instalación propia pueden participar en una planta solar comunitaria. Por ejemplo, en la localidad de Buin, en los alrededores de Santiago, funciona una planta solar que fue enteramente desarrollada, construida y operada por una cooperativa solar (www.caminosolar.cl) que nuclea a más de 100 personas. Esta planta solar fue impulsada sin ningún aporte del Estado ni de los bancos. Fue posible gracias a pequeñas inversiones ciudadanas.
Estos mismos principios que hemos descrito para los casos de la alimentación y de la energía pueden extenderse a otras esferas de la vida. Sin embargo, debemos tener en cuenta que la Vía de la Simplicidad seguirá las mismas etapas enunciadas por Gandhi, en su estrategia de la no violencia, a la hora de proponer un nuevo rumbo para la sociedad.
En un primer momento, existirá una fase de negación en donde se ignorará a este movimiento. Esta etapa puede durar varios años más hasta que la humanidad, a través de sus científicos, diagnostique que el cambio climático es irreversible y que sus consecuencias no pueden detenerse con el desarrollo de nuevas tecnología. En ese entonces, sólo quedará la posibilidad de adaptación frente al nuevo escenario.
Después de la fase de la negación, vendrá el momento de ridiculización y descrédito, es decir, la descalificación de las práctica y sus impulsores por ser propuestas utópicas, poco realistas, serias o desactualizadas.
El tercer momento es, sin lugar a dudas, el más peligroso: cuando el establishment, desde la izquierda o la derecha, comience a atacar el movimiento por haberse constituido como un peligro para la sociedad y su orden imperante. Esto ocurrirá con la llegada de la Era de la Escasez y probablemente, el intento de la clase dominante por mantener el orden tenga lugar por medio del autoritarismo o, lo que algunos llaman, el orden Ecofacista.
Confiamos en que esta etapa no durará demasiado pues el cambio civilizatorio será demasiado grande y sus promotores habrán construido y consolidado una red descentralizada para la vida que será muy difícil de destruir.
¿Estamos hablando de Ciencia Ficción? A inicios de la década de los ´80, cuando promovíamos el uso de la energía solar, los huertos orgánicos y el fin al maltrato animal, nos retrataban en los medios de comunicación como idealistas, de pelo largo y sandalias, que viajaban arriba de una bicicleta con un girasol en una mano y un molino de viento en la otra. Hoy nadie se atrevería a descalificar estas luchas de la misma forma pues los hechos las han instalado con fuerza en la sociedad.