Los empresarios energéticos proclives al uso de los combustibles fósiles nunca tuvieron una estrategia energética, pues solo se limitaron a agregar fuentes de energía. Quizás por eso esta vez resultaron derrotados.
El término del megaproyecto HidroAysén constituye la mayor victoria que ha tenido el movimiento ambiental en Chile, pero más importante que ello es que representa el comienzo de la transición desde la actual matriz energética, predominantemente fósil, hacia una nueva matriz limpia, renovable y sustentable.
Ante este importante avance de las posiciones en pro del medio ambiente, los ecologistas nos hemos planteado como meta que Chile obtenga en los próximos 50 años el ciento por ciento de la energía que necesita de las Energías Renovables No Convencionales (ERNC).
Hemos calculado que si Chile continúa con el ritmo de crecimiento actual de las ERNC, es decir, 20% de estas energías en nuestra matriz energética hacia 2025 y 30% hacia el año 2030, recién vamos a lograr esa meta hacia el año 2070, en cambio, si el país hace un esfuerzo un poco mayor, podríamos lograrla en 50 años más, es decir, en 2064.
Para que ello ocurra, es necesario ocupar el gas más limpio y regulado de los combustibles fósiles, porque es lo que va a asegurar la transición desde la vieja a la nueva matriz. De algún modo, esto es lo que al parecer está tratando de hacer la Presidenta Michelle Bachelet, al poner un énfasis mayor en el uso de esta fuente energética.
Cabe preguntarse, ¿cómo hemos llegado a este importante punto de inflexión de la matriz energética nacional, a este cambio de paradigma?
En primer lugar, una vez invalidada socialmente la opción nuclear para Chile, el actual modelo energético oligopólico se quedó sin energía de recambio para la energía proveniente de fuentes fósiles -como podría ser la nuclear-, lo que le habría permitido seguir produciendo en forma centralizada la energía, y por ese medio, controlando la matriz energética del país.
En segundo lugar, frenando los megaproyectos energéticos, como la Central Castilla, en lo térmico, e HidroAysén, en lo hidráulico.
Y en tercer lugar, promoviendo el uso del gas como sustituto del petróleo y el carbón, posicionando así a esa fuente como la energía de transición hacia las ERNC.
Lo paradójico de todo esto es que los empresarios energéticos proclives al uso de los combustibles fósiles nunca tuvieron una estrategia energética, pues solo se limitaron a agregar fuentes de energía. Quizás por eso esta vez resultaron derrotados.