Chile es uno de los países que más plástico consume en el mundo: genera cerca de 21 mil toneladas diarias y cada habitante es responsable de unos 11 kilos de residuos al año según Waste Atlas. Vergonzosamente formamos parte del top ten mundial de países generadores de desechos plásticos y merecido tenemos entonces que, frente a nuestra costa, esté emergiendo una “isla de plástico” que tiene una superficie superior al territorio de México.
Así lo pudo comprobar una expedición científica realizada el año pasado que investigó el “giro” del Pacífico Sur: el lugar dónde las corrientes marinas impulsadas por el viento recolectan los desperdicios que son arrojados a los océanos. La región donde está emergiendo esta isla de plástico se encuentra entre la Isla de Pascua y la Isla Juan Fernández y como Chile extendió su mar patrimonial a las 200 millas, podríamos incluso declarar la soberanía sobre este basural.
Las “islas de plástico” son un espacio donde se concentran grandes cantidades de desechos, reducidos la mayoría de ellos a micropartículas del tamaño de un grano de arroz. En líneas generales, las islas se asemejan a una “sopa de basura” que a medida que se van espesando por el aumento del plástico concentrando pueden llegar a formar una superficie sólida.
En 1970 se estimaba que había en el océano 720 gramos de partículas de plásticos por kilómetro cuadrado; en el 2015 esta concentración subió a 1,3 kilos y, con este ritmo de aumento, se calcula que para el 2050 habrá más elementos de plástico que peces en los mares.
En los últimos meses, la opinión pública internacional ha seguido con asombro el crecimiento de otra isla de plástico ubicada en el norte de planeta, entre Hawái y Japón, que ya alcanza una superficie equivalente a la suma de los territorios de Alemania, Francia y España. Recientemente, una expedición científica compuesta por 40 barcos, 2 aviones Hércules y varios satélites pudo rastrear en profundidad, escanear y determinar su tamaño, peso de la masa de plástico que la compone y su ritmo de crecimiento.
Si bien sabemos que sólo el 30 por ciento del plástico flota mientras que el 70 por ciento se deposita en el fondo del mar, debemos aclarar que, a pesar de las imágenes de basura plástica flotando que podemos ver en la TV, no resulta sencillo dimensionar el tamaño y el volumen real de estas islas. Las micropartículas de plástico se encuentran en las profundidades de los océanos formando algo así como “nubes de smog”.
En este contexto, los desechos plásticos tienen la capacidad de entrar por completo en la cadena alimentaria. Dado su reducido tamaño es muy fácil que las aves y los peces las confundan con alimento como en el caso de las medusas, los albatros y otras 267 especies del mundo que se ven afectadas por esta situación. Tanto es así que ya se calcula que la alimentación de algunas especies está compuesta por un 30 por ciento de plástico. Sin embargo, aún se desconoce –o se ha vuelto un secreto de Estado- de qué forma la alimentación de los peces y las aves se traslada a los seres humanos y qué efectos genera en la salud.
Por estas razones es que el surgimiento de una isla de plástico frente a nuestra costa constituye un fenómeno de suma gravedad y nos muestra cómo de “rebote” nos están llegando los males de la sociedad de consumo, males de los cuales no somos inocentes.
Hoy en día, Chile y el mundo en general comienzan a prepararse para eliminar las bolsas de plástico de un sólo uso. Sin embargo, continuar apostando por la responsabilidad de la sociedad de consumo es un gran error o, por lo menos, reviste una actitud ingenua. El mercado, como siempre lo ha hecho, pondrá énfasis sólo en el reciclaje, en la reutilización de las bolsas o en la generación de plásticos biodegradables sin perseguir la eliminación de su uso lo que podría terminar en una acción de maquillaje verde para un problema de enorme gravedad.
Deberíamos aprovechar la legislación que busca eliminar este tipo de bolsas para terminar con todo el plástico utilizado en objetos e instrumentos de un sólo uso como las pajitas, cucharas, cuchillos, tenedores, vasos y botellas de bebidas de consumo masivo.
Sólo dando el ejemplo podríamos tener la legitimidad para apelar a la comunidad internacional y pedirle que colabore en la eliminación de una amenaza tan grande que afecta la integridad de nuestro territorio como es la isla de plástico del Pacífico Sur. Si no actuamos rápido las futuras generaciones hablarán de archipiélagos o grandes continentes de residuos creados a partir de la utilización irracional del petróleo.