Es el tiempo de la naturaleza, no de la economía

de Manuel Baquedano
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Los chilenos hemos sido convocados a votar por la renovación de las autoridades locales, regionales y para elegir una Asamblea Constituyente que redacte la Nueva Constitución. Todas estas elecciones se realizarán, literalmente, con nuestras manos porque así se elige en la democracia representativa: se delega la representación en una persona que por sus cualidades o ideología nos interpreta y ejerce este mandato por un período determinado.

En tiempos de una aguda crisis ecológica y climática como la que estamos viviendo, esta forma de democracia ya no resulta suficiente. Los seres humanos tienen que asegurar su sobrevivencia más allá del mercado y del Estado y para eso es necesaria una democracia participativa. En los distintos niveles y como colectivo, debemos ser capaces de votar no sólo con las manos sino también con los pies, es decir, debemos involucrarnos directamente en los destinos de nuestras vidas.

El futuro de nuestra especie dependerá más de la colaboración que de la competencia. En este sentido, el cambio que debemos hacer viene “desde abajo hacia arriba” y choca con nuestra elite gobernante que trata de hacerlo “desde arriba hacia abajo”.

Cada vez somos más los seres humanos que sentimos que el Planeta se nos va. Lo que hoy está sucediendo en Chile está ocurriendo en diferentes partes del mundo como en Colombia, España e Indonesia… Son muchos los países que están viviendo agudos conflictos lo que nos demuestra que estos acontecimientos no constituyen hechos aislados. Es nuestra propia civilización la que se agotó como ya ha ocurrido más de cien veces a lo largo de la historia humana. Nuestra civilización deberá ser reemplazada por otra nueva o simplemente se extinguirá.

¿Tenemos tiempo para evitar lo peor?

A diferencia de los conflictos económicos y sociales del siglo pasado, hoy es la casa grande (la naturaleza) la que está en el centro de la crisis. Durante el siglo pasado los conflictos eran esencialmente entre humanos: acerca de los regímenes que nos debían gobernar o sobre el reparto de la riqueza. Ahora es la naturaleza la que, sin pedir permiso a nadie, ha comenzado a encontrar un nuevo equilibrio. La pandemia viral es una expresión de esta situación. Son los procesos naturales, desatados por nosotros mismos, los que están conduciendo el cambio sin dejarnos otra opción más que la adaptación.

En el futuro, podremos crear nuevas vacunas pero no podremos controlar que sean cada vez más los virus que por la destrucción de su hábitat intervengan en nuestras vidas. La conservación de bosques y selvas será nuestra mejor vacuna, pero para eso tenemos que cambiar la lógica de nuestro desarrollo.

Como señaló en su último libro, “La revolución reflexiva”, el biólogo y filósofo Humberto Maturana: “Nuestra vida en el planeta ha llegado a un límite. Nos encontramos, como humanidad, en un punto de inflexión en el que debemos tomar decisiones radicales para que nuestra supervivencia como especie tenga continuidad. La población crece a un ritmo descontrolado, nuestro afán de competencia, poder y acumulación ha mermado los recursos naturales y ha puesto a una enorme cantidad de personas en una situación de pobreza y hambre”.

Seamos sinceros: la humanidad sólo podrá salvarse de su extinción si acepta los límites que la propia naturaleza le confiere. Creemos que es posible crear otra sociedad donde el respeto a la naturaleza esté por sobre la lógica de un crecimiento económico ilimitado.

Desde nuestro punto de vista, la naturaleza está primero, después viene la economía y los demás factores. No hay dónde perderse.

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