El lunes 14 de marzo el secretario de la ONU, António Guterres, pronunció una frase que debemos considerar: “La perspectiva de un conflicto nuclear era impensable y ahora entra dentro de las posibilidades”. En la misma línea, Raúl Sohr, un reconocido analista chileno, nos dice que las posibilidades de una guerra nuclear son extremadamente bajas. Pero lo cierto es que ahora existen.
En este escenario nuestro país está jugando el juego de los mercados nacionales e internacionales: el de la negación. Mientras los mercados no introduzcan el riesgo nuclear dentro de sus análisis, la posibilidad de una guerra nuclear está lejos o es muy hipotética.
El Instituto de Ecología Política de Chile como miembro de coaliciones ciudadanas ha ganado dos premios Nobel de la Paz. El primero como integrante de la coalición que lucha contra el minado de las fronteras y de los territorios, campaña promovida por Lady Di, y la más reciente, en el año 2017, como miembro local de ICAN, la coalición mundial por el desarme nuclear, ganadora de este premio por los logros obtenidos al ser la principal coalición ciudadana que lucha por esta causa.
Entonces, en conocimiento del tema, desde el Instituto queremos advertir que jamás en la historia reciente hemos estado tan cerca de una guerra mundial y nuclear como ahora. Esto demuestra además que el colapso de nuestra civilización es prácticamente irreversible ya que ha dejado en evidencia su nula capacidad de gobernancia a la hora de abordar temas mayores como la crisis climática y ecológica, la crisis energética, la guerra entre potencias, etc.
Para estos grandes temas, la estrategia ha sido siempre vivir en un estado de negación voluntaria de la realidad. Sin embargo, la inacción a esta altura nos parece una actitud suicida o, como dice la coordinadora científica del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales de España, Alicia Pérez, “Los humanos estamos asimilando nuestra propia extinción”.
El motivo de fondo de la falta de reacción del Estado y de la sociedad frente a estos temas tan dramáticos -como una guerra que puede borrarnos de la tierra en muy poco tiempo- es que los mercados no han internalizado los riesgos de una confrontación nuclear. Esto sucede principalmente porque los tomadores de decisiones en las bolsas y compañías ignoran los temas extra económicos. El mercado hasta ahora está jugando a la negación y mientras no se alarme los países del mundo occidental no van a tomar en serio la amenaza.
Sin embargo, tenemos el fantasma de una guerra nuclear sobre la mesa. Así lo dicen los líderes mundiales como Joe Biden en Estados Unidos, Vladímir Putin en Rusia, el Papa Francisco, el Secretario General de la ONU y muchos otros más.
Para los que han estudiado el tema (la hipótesis de un conflicto nuclear con las características de una tercera guerra mundial) Chile sería uno de los países más favorecidos geográficamente. Esto sería así porque los vientos y lluvias circulan principalmente en el hemisferio norte y existiría un cierto plazo para que lleguen a estas regiones lo que nos daría tiempo para prepararnos. A pesar de esto, por más lejos que estemos de la confrontación directa, no quedaríamos inmunes a la radiación y a sus efectos y mucho menos a la destrucción de los principales mercados globales de la alimentación y la energía.
Para ilustrar nuestras afirmaciones tomaremos como ejemplo el polvo y el hollín que se levantaría en el planeta por una confrontación nuclear. Esta simulación podemos hacerla a partir de los modelos climáticos que se han desarrollado últimamente como el modelo AR6/el escenario SSP3.
Un conflicto regional como el que podría ocurrir entre India y Paquistán, donde podría emplearse el uno por ciento de la potencia nuclear global, provocaría una emisión de 5 millones de toneladas de hollín y una baja de temperatura media y oscurecimiento de 1,8 grados, según el científico climático español Victor Resco de Dios. Según este mismo científico una confrontación global entre Rusia y Estados Unidos donde sólo se emplee un 50 por ciento del arsenal actual produciría una emisión de polvo y hollín de 150 millones de toneladas y la temperatura podría bajar hasta 6,4 grados provocando un oscurecimiento y una disminución de alimentos de hasta el 80 por ciento sumado a la muerte de unos 770 millones de seres humanos.
Recordemos que una de las principales causas de la extinción de los dinosaurios fue un meteorito bautizado como Chicxulub a finales del Cretácico y -según el mismo científico climático- se emitieron 1.500 millones de toneladas de hollín. Si esta proporción se diera en una confrontación nuclear generalizada entre Rusia y Estados Unidos la emisión sería 10 veces menor que la del meteorito que extinguió a los dinosaurios. De ocurrir esta situación podríamos sostener que los seres humanos sobrevivimos como especie a un conflicto nuclear generalizado. Sin embargo, no queremos ni imaginar cuáles podrían ser las condiciones de esta sobrevivencia.
Si esta guerra que se está desenvolviendo ahora entre Rusia y Ucrania y la OTAN, escala hasta llegar a una contienda nuclear, nuestro país deberá tomar las mínimas medidas necesarias para que la ciudadanía se prepare y enfrente la situación en el corto plazo.
Cuatro son las medidas que consideramos que deberían ser contempladas por las autoridades:
- Mantener informada a la población sobre las verdaderas causas del conflicto y sobre lo que puede ocurrir. Es la crisis energética la que provoca la guerra y no al revés. El aumento del precio del petróleo es anterior a la guerra pues la producción y las nuevas reservas incorporadas son menores que el consumo mundial actual. Si a esto le agregamos que su consumo (quema) está provocando un aumento sostenido de los gases que provocan el efecto invernadero y la crisis climática, podemos afirmar que entramos al período final de su utilización. Entonces, una de las causas de la guerra es cómo gestionar el fin del petróleo y la duración de lo que queda.
- En caso de guerra nuclear será necesario establecer una red nacional que monitoree los niveles de radiación nuclear localidad por localidad para saber si los territorios están contaminados o no y si aún están aptos para ser habitados por la población.
- En el caso de una confrontación nuclear hay que estar preparados para repartir a la población pastillas de yodo o soluciones líquidas que protejan la tiroides, el órgano más afectado por la contaminación radioactiva indirecta. Esto ya se está haciendo ahora en Europa.
- Finalmente, si esta confrontación ocurre, será necesario establecer una economía de guerra y un Gobierno de Unidad Nacional para enfrentar este flagelo que nos afectaría a todos por igual.
Mantener siempre la esperanza activa: estamos en el mejor lugar geográfico para enfrentar este flagelo. Al mismo tiempo, no debemos olvidar que somos los seres humanos también los que podemos evitarlo.