A finales de noviembre debería llevarse a cabo en la ciudad de Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos, la 28ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, más conocida como “COP 28”.
Sin embargo, es posible que esta conferencia se postergue debido a que nadie sabe cómo evolucionará la guerra entre Israel y Palestina. El conflicto amenaza con escalar y es muy probable que la delegación oficial judía no sea bienvenida en una nación árabe.
Más allá de este aspecto circunstancial, en el mundo verde ya esperábamos muy poco sobre el contenido de la conferencia. En mi opinión, lo mejor que puede hacer la ONU es postergar el evento y convocar a una conferencia extraordinaria sobre el clima que permita revisar los Acuerdos de París, los que a esta altura se han transformado en irrealizables. Bajo el actual enfoque geopolítico, el aumento de temperatura de 1,5° C que se estimaba para el año 2030, ocurrirá muy posiblemente cinco años antes. Y los 2°C de aumento que se esperaban para el año 2100, como se acordó en la COP 21 en París, tendrán lugar en la década del ´30 o ´40, es decir, 60 años antes de lo previsto. Esto confirma lo que he dicho en otras oportunidades: el Acuerdo de París ya naufragó.
La confusión que existe en las políticas climáticas se ve agravada por el nombramiento del Sultán Al Jaber como presidente de la COP 28. Este Sultán es un ejecutivo petrolero de una compañía que produce cuatro millones de barriles al día en un país que debe su prosperidad íntegramente al petróleo. Este nombramiento refleja la gran contradicción que vive el mundo (ya que sería casi lo mismo dejar que los traficantes de armas organicen una conferencia de paz). En septiembre, Al Jaber declaró: “El mundo está perdiendo la carrera por alcanzar los objetivos del Acuerdo de París y está luchando por mantener el 1,5°C a su alcance” y, en paralelo, Emiratos Árabes Unidos anunció que esperaba aumentar su producción de petróleo a medio millón de barriles diarios en 2030.
¿Qué hay detrás de este interés de parte de las corporaciones petroleras de controlar la COP 28? A mi juicio, lo que está en juego es el afán de la industria por controlar la transición hacia las energías renovables. Lo que buscan es hacer de las energías fósiles el elemento imprescindible de la transición. En otras palabras, el mundo no tendría que reducir inmediatamente el uso del petróleo, el gas y el carbón. Al contrario, estas energías serían indispensables para complementar y avanzar en la transición.
Por otra parte, el escenario también se ve agravado por la división que existe al interior del mundo científico. La voz de los especialistas es fundamental para esclarecer el diagnóstico. Sin embargo, hoy encontramos una ciencia institucional que acepta los acuerdos de las cancillerías (los científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático son elegidos por las cancillerías a propuesta de las autoridades en medio ambiente) y una ciencia libre, cuyos planteamientos desafían los resultados oficiales.
Por ejemplo, podemos mencionar el caso de James Hansen, uno de los científicos del clima más reconocidos, que durante 40 años dirigió el programa del clima de la NASA y que fue el primer científico en hablar sobre el calentamiento global como resultado de la actividad humana ante el Congreso de los Estados Unidos. En una comunicación científica realizada hace pocas semanas, Hansen pronosticó que los 1,5°C serían alcanzados en pocos meses más, en el año 2024, al acelerarse el cambio climático y que los 2°C serán sobrepasados mucho antes de 2050. Esta fecha es justamente el año que fijaron como límite la mayoría de los países para finalizar los procesos de descarbonización de la matriz energética.
Otro ejemplo que muestra el estado de rebelión de los científicos es la carta abierta que fue firmada por alrededor de 15 mil personas que trabajan vinculadas al tema y que fue dada a conocer el 24 de octubre de 2023 en el Día Mundial del Cambio Climático. Allí, los científicos destacaron que la crisis climática ya no se trata de “una cuestión ambiental aislada” sino que se ha transformado en “una amenaza sistémica y existencial”.
Por más que las autoridades deseen dar la impresión de que la crisis climática es “controlable” por los Estados, el clima ha entrado en un período de incertidumbre total. Debemos tener en claro que la etapa de la mitigación terminó y que, si queremos sobrevivir como especie, tendremos que emprender el camino de la adaptación profunda.