En crisis climática -y a medida que la naturaleza nos acorta los plazos para poder intervenir seriamente y cambiar el rumbo de los acontecimientos-, la política oficial de los gobiernos del mundo no consigue alcanzar resultados exitosos para frenar el calentamiento global. Las nuevas tecnologías todavía no pueden interrumpir el inexorable rumbo que llevamos hacia el colapso. Como señaló recientemente el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, el planeta se encuentra en alerta roja.
Frente a este escenario, llegó el tiempo de abrirse a nuevas ideas y nuevas perspectivas tanto científicas como ciudadanas. Una de estas nuevas visiones es promovida por economistas ecológicos (europeos y estadounidenses) que sostienen que nuestra civilización llegó al límite biológico de su desarrollo. Para estos académicos es necesario emprender transformaciones sociales que provoquen el decrecimiento programado de la economía y coloquen a la actividad humana bajo los límites que le permitan asegurar su vida como especie.
Muchas veces en la historia de la humanidad las civilizaciones han desaparecido por no haber considerado los límites de su crecimiento. Hoy muchos creemos que nuestra civilización está en esta misma encrucijada. Sin embargo, la diferencia sería que tenemos suficientes elementos geográficos, históricos y científicos como para aprender la lección y no repetir las malas experiencias. Un ejemplo podría ser el de la cercana Isla de Pascua que representa casi que una metáfora de lo que nos podría suceder como civilización. Este mismo ejemplo ha sido maravillosamente ilustrado por el escritor Jared Diamond es su bestseller “Colapso”.
Si la mitigación climática, fundamentalmente a través de la innovación tecnológica, no ha dado los resultados esperados ni tampoco los acuerdos internacionales como el de París (cuyas principales metas firmadas en 2015 hoy resultan irrealizables: estabilizar el aumento de la temperatura en dos grados para el 2100 y no sobrepasar el aumento de temperatura en 1,5 grados para el 2030) no nos queda otra opción que buscar una adaptación profunda para sobrevivir a la desintegración de la civilización y para preparar las bases de una nueva.
Mientras el PIB (o el producto bruto interno) domine la discusión climática, no habrá lugar para otras narrativas. Entonces, si queremos salvarnos como humanidad, debemos desobedecer su lógica. Tendremos que explorar el decrecimiento programado de la sociedad. Podremos centrarnos en la movilización de la ciudadanía para lograr transformaciones que permitan disminuir la huella climática, aprender a vivir dentro de los límites de la naturaleza y cambiar así la tendencia que nos lleva hacia el colapso.
“Los esfuerzos para frenar el cambio climático que se basan en cambios sociales estructurales como repensar la forma en que trabajamos, producimos alimentos, calentamos nuestros hogares y nos movemos, podrían tener más éxito que aquellos que dependen de tecnologías inciertas de eliminación de carbono”, señala en esta línea el periodista especializado Bob Berwyn, quien es citando en un estudio de la revista Nature Communications en mayo de 2021.
La clave de la adaptación profunda será poder separar la búsqueda del bienestar de la persecución del crecimiento económico y así lograr decrecer de forma planificada. Lorenz Keyber, investigador de sistemas ambientales del ETH Zurich, afirma “Mucha gente se siente incómoda con la palabra y habrá mucha resistencia a estas propuestas pero lo que significa es centrarse en una economía de bienestar independiente del crecimiento económico”.
Una forma de lograr la adaptación profunda es a través de la “Vía de la Simplicidad” formulada por el académico australiano Ted Trainer. Existen también muchos otros autores, como el economista alemán Niko Paech y su publicación “Liberarse de lo superfluo”, que buscan precisamente esto mismo: lograr una sociedad sustentable y justa en el postcrecimiento.
Estos planteos que parecen hoy poco realistas serán comunes en unos años más cuando el aumento de la temperatura esperado para el 2030 (1,5 grados sobre lo normal) se haya alcanzado en el 2025. La humanidad tomará conciencia sobre la inercia climática y comenzaremos a entender que para sobrevivir no quedará otra alternativa más que la adaptación.