El paradigma de la producción considera que la ciencia y la tecnología podrán encontrar una solución a la crisis climática. Actualmente, todas las esperanzas están puestas en la geoingeniería, en la modificación del clima por parte de los seres humanos. Sólo a través de su desarrollo, el paradigma de la producción podrá seguir siendo dominante. En este contexto, el aire acondicionado juega un rol central.
Un artículo de un periódico español, El Diario, publicado en septiembre de este año, relata cómo este artefacto doméstico permitió que miles de personas vivan actualmente en lugares inhóspitos, en donde las olas de calor son cada vez más frecuentes. Según este artículo, “sin aire acondicionado, Phoenix, la capital de Arizona a las puertas del desierto de Sonora, no sería hoy la quinta ciudad más poblada de Estados Unidos. Ni Disney World Orlando podría haberse convertido en el segundo destino turístico mundial a pesar de ubicarse en la calurosa y húmeda Florida”.
Según la Agencia Internacional de Energía, existen cerca de dos mil millones de artefactos de aire acondicionado en el mundo. De los cuales, el 70 por ciento se encuentra instalado en viviendas.
Bajo el paradigma de la producción, el aire acondicionado podría convertirse en un nuevo derecho, en un requisito básico para sobrevivir al igual que la energía, los alimentos y el acceso al agua.
El aire acondicionado, al mismo tiempo que prolonga la vida humana en zonas inhóspitas, paradójicamente aumenta drásticamente el consumo de energía fósil. No debemos olvidar que las energías fósiles representan el 80 por ciento de la matriz energética mundial, mientras que las energías renovables no convencionales no alcanzan el cinco por ciento.
Para comenzar a transitar hacia el paradigma de la habitabilidad necesitaremos mucha menos energía. “Un tercio de la utilizada ahora”, nos advierte el ecologista español, Jorge Riechmann, en un libro que acaba de publicarse, Ecologismo: pasado y presente, de ediciones Catarata 2024. Y para esto, sería necesario abordar desde ahora nuestra realidad: que la temperatura no dejará de subir y que su incremento en el año 2024 será aún mayor que el de 2023. Es decir, que la temperatura está fuera del control de los seres humanos.
No sacamos nada con seguir prolongando la agonía civilizatoria. Debemos concentrarnos en la adaptación a un nuevo escenario. Y para esto es muy importante practicar la esperanza activa que postula la activista norteamericana, Joanna Macy (Ediciones La llave, 2020). No vale la pena seguir lamentándonos porque nuestra civilización se muere. Al contrario, la tarea es asegurar que surja en su seno otra civilización, una que esté reconciliada con la naturaleza. La esperanza activa no niega el posible fin de la civilización, sino que nos entrega un camino para “afrontar el desastre mundial sin volvernos locos”.
La escritora canadiense Naomi Klein, en el prólogo del libro de Macy, dice lo siguiente: “Los libros sobre el cambio ecosocial a veces se olvidan de un componente fundamental: ¿cómo desarrollar nuestra propia capacidad de resiliencia para contribuir plenamente a este proceso? Esperanza Activa llena este vacío de una manera hermosa, guiando al lector en un viaje a través de la gratitud, el dolor, la interconexión y finalmente, la transformación”.
Los elementos de una nueva civilización ya están emergiendo. Por todas partes surgen experiencias que integran el nuevo paradigma de la habitabilidad. Estas experiencias se dan en todos los ámbitos de la vida. Por ejemplo, las ecoaldeas para vivir mejor fuera de las grandes ciudades, los huertos orgánicos comunitarios, las iniciativas centradas en la permacultura, las comunidades energéticas, los sistemas de seguridad comunitarios, la recolección de aguas lluvias, entre otros.
Estas iniciativas no llegarán a ser parte del paradigma dominante si no se sustituye al actual. Y debemos alentar estas propuestas, aunque la mayoría de las personas hoy las rechace.
Lamentablemente, el aire acondicionado abre un camino para el mantenimiento de un sueño poco duradero: que el ser humano sea capaz de modificar el clima por medio de la geoingeniería.
Finalmente, cabe advertir que los avances en geoingeniería pueden amenazar o sacrificar la democracia si esto les resulta más eficaz para obtener la obediencia de todas las personas. Ante los riesgos que implican los avances en geoingeniería, si deseamos sobrevivir con dignidad, la mejor opción es la adaptación profunda.