El trabajo y el empleo frente a la crisis climática

de Manuel Baquedano
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En todo el mundo la pandemia ha traído profundas modificaciones al mercado laboral. Hoy resulta ilusorio pensar que en el futuro la economía necesitará la misma cantidad de “fuerza de trabajo” que requería antes. Estamos entonces ante una transformación estructural de nuestra sociedad. Por esta razón, no llama la atención que la Cámara de Diputados de nuestro país haya admitido a trámite una propuesta que busca reducir la jornada laboral a cuatro días (o a 38 horas semanales).

Como la crisis climática será mucho, pero mucho más fuerte que la pandemia, desde nuestro punto de vista hoy estamos frente a una buena ocasión para reestructurar la actividad laboral y comenzar a preparar a la ciudadanía para lo que vendrá -según nuestra evaluación- en los años 2025 y 2026, cuando el planeta alcance un aumento de temperatura de 1,5 grados por sobre lo normal.

Sin embargo, antes de continuar con el análisis y para evitar ambigüedades, tenemos que precisar qué entendemos por trabajo y qué es para nosotros el empleo.

El trabajo ha acompañado desde siempre el desarrollo de la especie humana. Sin trabajo no habríamos sobrevivido. Hacer fuego es una actividad que modifica la naturaleza tanto como la agricultura o el hecho de proveerse de abrigo. El trabajo, por lo tanto, es una actividad de transformación de la naturaleza ya sea de forma directa o indirecta y es parte sustancial del desarrollo humano independientemente de la forma que haya tomado en las distintas épocas y sociedades.

Durante el desarrollo de la era humana han existido numerosas formas de trabajo como el trabajo libre, el trabajo esclavo o el empleo.

El empleo es una forma particular que asume el trabajo en la sociedad industrial tanto en su modo capitalista como socialista (o también en el capitalismo de Estado). Hace referencia a una actividad remunerada a partir de un trato entre un empleado y un empleador cuyas condiciones fueron establecidas de común acuerdo.

La intensidad que ha tomado el empleo en esta sociedad es de una magnitud tal que ha invadido todos los aspectos de la vida del ser humano. Tanto es así que hemos llegado a considerar como sinónimos el empleo y el trabajo. En la actualidad, no existe espacio para el trabajo en forma libre pues el empleo como actividad laboral lo absorbe todo.

Sin embargo, la pandemia ha puesto un gran signo de interrogación sobre si será o no posible continuar con el empleo tal como lo conocemos.

Un estudio realizado por Microsoft reveló que más del 40 por ciento de la fuerza laboral global está evaluando la posibilidad de cambiar de empleador. En Estados Unidos se conoce como “la gran renuncia” al fenómeno de dejar voluntariamente un empleo. Sólo en abril de 2021 lo hicieron cuatro millones de trabajadores norteamericanos, el equivalente al 2,7 por ciento de toda la fuerza laboral.  

En Chile, más de un millón de personas hoy no busca empleo y existe una crisis instalada en el sector agrícola de exportación ya que falta casi la mitad de la mano de obra necesaria para la cosecha. Esta situación se repite también en otros sectores de la economía.

Mientras tanto, en Islandia acaba de terminar el mayor experimento del mundo en la materia. Contempló la reducción a cuatro días de la jornada de trabajo y contó con la participación del uno por ciento de toda la población activa. La iniciativa fue catalogada por sus organizadores como un “éxito abrumador” y ya se prepara su difusión a otros países.

En un contexto de crisis climática, la economía mundial tendrá que decrecer planificadamente si queremos asegurar la sobrevivencia digna de toda la población. La solución tecnológica que trata de mitigar los efectos climáticos extremos ha mostrado sus límites. Además de estar llegando tarde, lo más probable es que nuestra sobrevivencia dependa de la adaptación profunda que realicemos frente al cambio climático (el cambio climático que nosotros mismos hemos provocado). De esta forma, la adaptación profunda será la única manera que tendremos para detener el camino de nuestra especie hacia la extinción.

En cuanto a la reducción de la jornada laboral como medio para combatir la crisis climática, los cálculos que se han hecho en países europeos como el Reino Unido son esclarecedores. El profesor y científico Paul Dawson, citando el periódico The Guardian, afirma que “Pasar a una semana de cuatro días para el 2025 reduciría las emisiones de Reino Unido en 127 millones de toneladas, lo que equivale a sacar de la carretera toda la flota de automóviles privados”.

En un proceso gradual y en una primera etapa, la jornada laboral semanal podría permitirle a una persona desempeñar tareas intrínsecas a su ocupación durante cuatro días. El quinto día podría dedicarlo íntegramente (como parte de su contrato de empleo) a desarrollar habilidades enfocadas en la sobrevivencia y a introducir mejoras comunitarias ya que no estamos preparados para enfrentar olas de calor, inundaciones e incendios; para trabajar en la reconstrucción de casas, la recolección de agua de lluvia, en la producción de alimentos, etc.

La reducción de la jornada laboral puede ser un mecanismo que nos permita repartir mejor el tiempo del empleo hasta reducirlo por completo. Esto tendrá lugar una vez que ingresemos en la época de escasez de los mal llamados “recursos naturales” y de la automatización de los procesos productivos.

En nuestro país, frente a este escenario, la Nueva Constitución podría adelantarse y consagrar esta transformación. 

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