En el mismo momento en que Estados Unidos anunciaba la liberación de parte de sus reservas estratégicas de petróleo con el objetivo de estabilizar los mercados y enfrentar la crisis mundial de energía, su vecina Canadá liberaba también una parte de sus reservas estratégicas, pero no de petróleo sino de miel.
Canadá es el único país en el mundo que mantiene una reserva estratégica en forma de alimento. Esta miel canadiense es conocida como jarabe o sirope de arce y un barril vale 20 veces más que uno de petróleo. Al igual que la miel producida por las abejas, por sus características bioquímicas, el sirope de arce puede ser almacenado de forma indefinida.
La reserva estratégica, guardada en barriles sellados y esterilizados, se encuentra en un terreno del tamaño de cinco canchas de fútbol en la localidad de Laurierville, en Quebec. Actualmente contiene 44 mil toneladas y sólo en el año 2020 los canadienses vendieron 20 mil toneladas de este tipo de miel con un valor de 780 millones de dólares.
Al igual que con el petróleo, Canadá instauró la reserva de sirope de arce para hacer frente a la demanda y a las fluctuaciones de la producción (que aumentarán aún más con la crisis climática y ecológica).
Paradójicamente, cuando en Chile a causa de la pandemia se decidió entregar una caja con alimentos y otros útiles domésticos a las personas que no podían salir de sus casas, hubo que importar de Canadá y Argentina varios de estos productos como las lentejas, los porotos y los garbanzos.
Antes de la pandemia sólo el 25 por ciento de las 30 mil toneladas de legumbres que consumimos anualmente los chilenos se producían en nuestro país. Cifras similares se repiten con otros alimentos lo que nos hace advertir que aún tenemos un tema sin resolver en materia de seguridad alimentaria.
Existe un altísimo consenso científico sobre el hecho de que la crisis climática alterará los ciclos de producción de los alimentos. No podremos mantener un ciclo elevado de seguridad alimentaria si no intensificamos la producción nacional y creamos, al mismo tiempo, una reserva estratégica de alimentos en todos los niveles: individuales, comunitarios, comunales, regionales y a nivel nacional.
Los huertos familiares serán un gran complemento a la autosuficiencia alimentaria local. Creemos que deberían promoverse también en plazas y sitios públicos que, por ley, podrían tener una parte de su superficie destinada a tal fin. Así se hizo en Europa en tiempos de la Segunda Guerra Mundial y aún pueden verse estos terrenos cerca de las vías férreas, en los parques y sitios comunales. Los acuerdos internacionales no alcanzan para enfrentar con éxito la crisis ecológica y climática que ya estamos viviendo. Es necesario que una ciudadanía activa se prepare para enfrentar la crisis. El agua, la energía y los alimentos serán absolutamente necesarios para la supervivencia de la especie humana; para que las nuevas generaciones tengan la oportunidad de crear una nueva civilización que -a diferencia de la nuestra- esté reconciliada con la naturaleza.