Los primeros informes científicos y meteorológicos del 2021 coinciden en señalar que el 2020 fue el año más caluroso de los registrados en la historia de la humanidad. ¿Cómo puede ser posible si hemos estado confinados en nuestras casas y las emisiones globales de CO2 a la atmósfera disminuyeron un 7 por ciento? La magnitud de la crisis climática y ecológica es tal que ya no es posible controlar el clima en el corto y en el mediano plazo. Los dados ya están echados debido a lo que se conoce como “inercia climática”.
Podemos frenar en seco un tren que avanza a cien kilómetros por hora pero necesitaremos entre 700 y 800 metros para que se detenga. Cuando esta misma inercia se aplica a la crisis climática, como sucedió durante la pandemia, esto se traduce en un efecto prácticamente insignificante. Hasta la Organización Meteorológica Mundial reconoció que el impacto de la disminución de CO2 en la atmósfera fue muy modesto con respecto a la temperatura; de 0,01 grados de aquí al 2050, es decir, prácticamente nulo.
Estos datos también demuestran que la elite económica, política y científica que gobierna el mundo no podrá ocultar la verdad al ciudadano común y corriente por mucho tiempo más pues no será posible ir en contra del sentido común. Más aún cuando el esfuerzo que solicitó la ONU para estabilizar la temperatura en 1,5 grados para el 2030 requiere, para los próximos 10 años, de una disminución constante de la actividad económica equivalente a la que produjo la pandemia durante el 2020 y, como lo hemos señalado, sin un resultado garantizado.
La naturaleza está hablando por sí sola y por medio de los hechos. Todas las interpretaciones humanas sobre esta situación son vagas y confusas. ¿La ciencia está equivocada? No lo creo. Lo que pasa es que la elite no quiere decir la verdad y oculta los escenarios más realistas calificándolos -o mejor dicho, descalificándolos- como alarmistas, apocalípticos y derrotistas. En este caso, como dijo la escritora norteamericana Toni Morrison, “Las definiciones pertenecen a los definidores, no a los definidos”.
¿Por qué nuestros líderes, científicos y comunicadores no informan estos datos y alertan sobre los futuros escenarios? Una buena parte del mundo, incluido un sector de la elite pero también muchas personas de distintas clases sociales, no se imaginan que tendrán que vivir una época de escasez de recursos provenientes de la naturaleza. Prefieren negar la crisis climática y, frente a alguien que no quiere creer, es imposible emplear la razón. La negación es el mecanismo más poderoso de la mente humana: aceptar la crisis implica hacer algo al respecto y esto incomoda. En cambio, la ignorancia nos permite vivir en la comodidad de la sociedad de consumo.
Yuval Noah Harari, el intelectual de moda en los sectores progresistas, dice: “El sistema está estructurado de una forma tal que quienes no hacen ningún esfuerzo para saber pueden vivir en una dichosa ignorancia y los que sí lo hacen, les costará mucho saber la verdad”. Esto mismo es lo que está pasando con la crisis climática.
La activista sueca, Greta Thunberg, a propósito de su cumpleaños número 18, declaró al diario The Guardian, “No le digo a nadie qué hacer”. Esta frase me dejó reflexionando… Efectivamente, hoy no puedo criticar a los pasajeros del Titanic que, en vez de buscar una forma para salvarse, prefirieron seguir escuchando la música que tocaba la orquesta. Mientras el buque se hundía simplemente no se podía contar con ellos.