La rebelión de los ciclistas

de Manuel Baquedano
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En Chile vivimos de forma soterrada una lucha por definir cuál será la movilidad preponderante en el futuro, una vez que se termine la pandemia o que la misma se vuelva endémica. Un amplio sector del establishment apuesta por una combinación entre el uso del auto eléctrico y el transporte público. Sin embargo, otro sector o grupo promueve una movilidad centrada en el transporte público complementado con la bicicleta. La pregunta entonces es: ¿Cuál de los dos proyectos tiene más posibilidades de imponerse?

Solo en Santiago circulan por día 1,5 millones de autos de los cuales el 0,001 por ciento son eléctricos. Por otro lado, los ciclistas diarios alcanzan los 600 mil si dividimos por dos la cantidad total de 1,2 millones de viajes registrados por día por el Programa de Vialidad y Transporte Urbano (SECTRA). Además, debemos considerar un crecimiento constante en el uso de la bicicleta, de un 10 por ciento anual, según el Índice de Ciclismo Mundial de Eco-Counter y NewCities.

El escenario del auto eléctrico como principal forma de movilidad en la ciudad se vislumbra como muy poco realizable pues, como ya mencionamos, la cantidad de autos eléctricos en poder de los individuos particulares es insignificante. Al mismo tiempo, resulta evidente que en un país en el que reina la inequidad es más barato comprarse una bicicleta que un auto eléctrico; por lo que el uso expansivo de la bicicleta es capaz de disminuir la inequidad mientras que el auto eléctrico, al estar fuera del alcance de las grandes mayorías, se convierte en un bien de lujo.

Igualmente, en este punto es necesario aclarar que una cosa es hablar de los usuarios comunes de bicicletas y otra cosa es hablar del actor ciclista como grupo organizado que reivindica el uso de este medio de transporte y que es capaz de movilizarse por sus demandas.

El actor ciclista es reciente. A partir del estallido social y a lo largo de estos meses, los ciclistas han conseguido aumentar su influencia hasta llegar a la masiva protesta nacional organizada el mes pasado y a la bicicleteada por el Apruebo. Tanto es así que podemos pensar que estamos en presencia de un nuevo movimiento social que emerge con un proyecto claro que puede incidir en el proceso constituyente y, por consiguiente, en el futuro de la movilidad en nuestro país.

Nada podría haber logrado este actor si no se hubiera movilizado. También es cierto que todavía le falta mucho para que logre quebrar el proyecto hegemónico de la elite centrado en el uso del auto individual. Los movimientos ecológicos como el de Greta Thunberg o Extinction Rebellion sostienen que para producir un punto de inflexión en las tendencias ciudadanas -en este caso conseguir un proyecto de movilidad sustentable que contemple de forma gravitante a la bicicleta- es necesario movilizar como mínimo al 3,5 por ciento de la población de una ciudad o territorio. Si Santiago tiene una población total de siete millones de personas entonces sería necesario movilizar por un nuevo proyecto de movilidad a alrededor de 250 mil ciclistas.

La crisis climática conlleva también una crisis energética. En el futuro, tendremos que acostumbrarnos a vivir mejor con menos energía y tendremos también que aprovechar todas las formas de generación de energía, incluida la humana. Con la bicicleta podemos transportar cosas, podemos cargar nuestros celulares y computadores, podemos producir electricidad y hacer un sinfín de cuestiones más.  

Como dijo el ingeniero y ciclista chileno, Daniel Andrade, “La energía cinética humana debería ser reconocida por ley como una energía renovable no convencional más” junto con la energía solar, la eólica y la hidráulica. El reconocimiento oficial de esta energía podría ser de gran utilidad para transformarnos en seres humanos más autosuficientes y mejor preparados para  enfrentar situaciones de emergencia.

El ciclista, considerado como un nuevo actor socio ambiental, nos señala una nueva forma limpia, pacífica y alegre de reapropiación del espacio público. Hoy son los automóviles los que dominan la calle y son ellos también una de las fuentes principales de contaminación. Bienvenida entonces la rebelión de los ciclistas que nos demuestran que es posible hacer cambios de forma pacífica, que es posible transformar las ciudades y también los modos de convivencia entre los seres humanos.

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