Los eco yuppies son aquellas personas que sienten un sincero amor por la naturaleza y tienen ganas de protegerla, pero no están dispuestos a sacrificar su modo de vida en la sociedad de consumo. Están presentes en todos los estratos de la sociedad y la publicidad se dirige a ellos por su capacidad de compra. Esto tiene como resultado una enorme confusión pues en los medios de comunicación y en las redes sociales se utilizan indiscriminadamente palabras como “verde”, “sustentable”, “circular”, “reciclable”, entre otras, para seguir vendiendo los mismos productos y servicios de siempre: los que son causa importante de la crisis climática y ecológica que estamos viviendo.
Los minerales, por ejemplo, son recursos naturales no renovables y no pueden ser denominados como “sustentables” ya que, al explotarlos, se agotan. Sin embargo, para justificar su accionar, las empresas han inventado verdaderos disparates como la denominación “litio sustentable” o “cobre verde”. Con estas expresiones parece que encontraron la fórmula mágica para explotar estos recursos sin preocuparse por su agotamiento. Ejemplos de este tipo hay muchos y en Chile también conocemos de cerca el caso del salitre natural.
Sin embargo, esto además ocurre con todas las empresas cuyos productos provienen de la naturaleza y están destruyendo los ecosistemas, los mares, bosques, los mal llamados desiertos y también nuestros cielos. Esto sucede también con los productos tecnológicos, con la moda en el vestir, la movilidad cuya obsolescencia está programada para “invitarnos” a consumir y así entrar en una rueda que no tiene fin.
Los eco yuppies son entonces producto de un grave error: de la confusión existente entre las necesidades y sus satisfactores. Estas personas llegan a creer que, por ejemplo, una casa es una necesidad y no un satisfactor de la condición humana de búsqueda de cobijo. En realidad, las necesidades humanas son muy pocas, como dijo el intelectual y economista Manfred Max-Neef, pero las formas de satisfacerlas pueden llegar a ser infinitas.
En tiempos en los que la especie humana, por nuestra actividad y también por la cantidad de población, hemos transgredido los límites de la naturaleza que aseguraban nuestra vida, es necesario disminuir drásticamente la búsqueda de satisfactores para nuestras necesidades y simplificar al máximo nuestra vida.
Por nuestra inacción en materia climática, hemos entramos en un período en que debemos elegir entre crear una nueva civilización que nos reconcilie con la naturaleza o esperar que ocurra nuestra extinción como especie pues no es el planeta el que está en peligro (el planeta puede seguir albergando vida) sino que somos nosotros, los seres humanos, los que no podremos sobrevivir al calentamiento global.
Necesitamos que los eco yuppies den un paso más y cuestionen los fundamentos de la sociedad de consumo y el modo de vida que están impulsando. Como humanidad entramos en la era de la escasez y tendremos que regular la producción de las mercancías y desprendernos de los objetos y servicios inútiles o superfluos (que son además la mayoría). Si no lo hacemos desde ahora, pronto será demasiado tarde y se cumplirá la famosa profecía: “Cuando el último árbol sea cortado, el último río envenenado, el último pez pescado, sólo entonces el hombre descubrirá que el dinero no se come”.