Pucón, una pequeña e idílica localidad sureña ubicada a orillas del lago Villarrica y a las faldas del volcán más activo de Chile, está sometido a una crisis ambiental que refleja muy bien lo que ocurre en el país y en el planeta.
En su ya clásico libro “Rebasados” (Overshoot en inglés) el sociólogo norteamericano, William R. Catton Jr., advierte que los seres humanos hemos excedido los límites de la naturaleza para mantener la vida natural. Esta idea es cada vez más aceptada en el mundo científico. Según este punto de vista, los recursos del planeta son limitados y la elite dominante (tanto de izquierda como de derecha) no quiere aceptarlo.
Al llenar un recipiente con agua, llega un momento en el que se rebasa su capacidad. Esto sucede porque existe un límite. En este punto, el líquido empieza a discurrir sin poder aportar más al llenado del recipiente y comienza a perderse. Lo que hay que hacer en estas circunstancias es cortar la fuente que permitió el llenado y evitar la pérdida del recurso. Siguiendo esta idea, en lo referente al lago Villarrica, la elite que nos gobierna no se ha atrevido a realizar este necesario acto. Está sesgada y sólo persigue el crecimiento económico. Su carácter antropocéntrico le impide ver los límites de la naturaleza.
Hace cinco años supimos que el lago Villarrica estaba gravemente contaminado. Poco tiempo después fue declarado oficialmente como saturado. Desde ese entonces se dice que existe un plan de descontaminación, pero hasta ahora no se conocen las medidas propuestas.
La contaminación del lago se hizo pública gracias a que organismos de la sociedad civil dieron a conocer un informe realizado por el Ministerio de Salud con el apoyo logístico de la Armada. Este informe señalaba la existencia de un fenómeno biológico anómalo: el florecimiento de algas venenosas para la salud de los seres vivos. Posteriormente, con la difusión en la prensa, conocimos la verdadera magnitud del fenómeno. Hace pocos días, el Alcalde de Villarrica, Germán Vergara, declaró que “De aquí a cinco años no vamos a poder ocupar el lago Villarrica” y, en mi opinión, quizás esto suceda en un plazo de tiempo menor.
Si a la saturación del lago le agregamos la crisis inmobiliaria, la de sanidad, el aumento desmedido de la población (como mínimo Pucón aumentó un 25 por ciento su población desde el inicio de la pandemia) y la alerta amarilla del volcán, podemos decir que esta hermosa ciudad simplemente se rebasó y está viviendo más allá de sus límites naturales.
Sin embargo, un Pucón rebasado nos puede dar también una oportunidad: la de redefinir su desarrollo para evitar el colapso. Podemos cambiar radicalmente esta inexorable degradación de la ciudad si logramos construir una que sea modelo para Chile y para el mundo, tan carente que está hoy de ejemplos positivos exitosos.
En este sentido, Pucón tiene ventajas importantes. Es una comunidad todavía pequeña que cuenta con cerca de 40 mil habitantes de distintas clases sociales. Durante la pandemia decidieron migrar muchos jóvenes instruidos de clase media; existe una importante red de instituciones educativas municipales, particulares, técnicas y universitarias; un incipiente sistema de salud y una naturaleza sublime formada por ríos, lagos y parques nacionales, reservas ecológicas y santuarios que nos recuerdan que existe vida natural más allá del lago.
Creemos que llegó el momento en que todos debemos cambiar nuestro modo de vida si queremos seguir habitando el planeta. Podemos dejar de lado nuestras creencias crecentistas y comenzar a distribuir mejor los recursos. Podemos aceptar voluntariamente los límites de la naturaleza y realizar nuestras actividades dentro de estos límites. Es cierto, tendremos una vida más simple y menos ostentosa, pero mucho más justa, tranquila y rica en lo espiritual. Al contrario, si no queremos seguir esta vía, en poco tiempo más nos daremos cuenta de que será la propia naturaleza la que nos expulsará como especie para asegurar la continuidad de la vida en el planeta.
