Sopa de letras: el menú de los economistas en pandemia

de Manuel Baquedano
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Nunca más creímos que íbamos a comer sopa de letras hasta que se declaró la pandemia… Los economistas y la clase económica dirigente nos vienen alimentando con este único menú desde hace meses. ¿A qué me refiero? La total incertidumbre frente a la pandemia viral es, paradójicamente, la única certidumbre que podemos constatar entre ellos.

Las autoridades económicas predicen que la reactivación de la economía tendrá la forma de una letra V: una brusca caída por la presencia del virus seguida de una vigorosa subida a partir del tercer trimestre de 2020. Este escenario es rebatido por los economistas de oposición que se inclinan por una reactivación  que tendría la forma de una U: un descenso brusco seguido de un estancamiento más prolongado que luego permitirá crecer de forma acelerada.

Sin embargo, los economistas “internacionales” se inclinan por una reactivación en forma de W a raíz de la existencia de rebrotes del virus que impedirían un rápido crecimiento inicial. Como si esto fuera poco, recientemente los economistas del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) han agregado una nueva letra, la K, que señala la activación de un sector económico en simultáneo con el declive y la desaparición de otro  Finalmente, también hay economistas que hablan de una L.

Más allá de la letra que asignen, lo cierto es que todos estos vaticinios económicos dependen de un virus cuyo comportamiento aún no se puede predecir. Entonces, es el virus el que tiene la última palabra.

¿Por qué el comportamiento de este virus no fue previsto por los economistas, políticos y empresarios? Porque el Covid-19 como pandemia es un fenómeno procedente del mundo natural. Entonces su presencia se asemeja más a un desastre natural prolongado que a una típica crisis económica financiera como la que vivió el mundo en 2008.

Si se aceptara la visión verde de que las causas de la pandemia son una manifestación de la crisis ecológica y climática que vive nuestra civilización  y que, por lo tanto, no es un caso aislado y extraordinario, deberíamos aceptar  que van a venir otros virus en el futuro. En China ya se está anunciando uno vinculado con la producción porcina. Cerca nuestro también tenemos el conocido hantavirus, una de cuyas cepas (Andes) ya mutó y ahora se transmite de ser humano a ser humano.

Entonces, en este contexto, tendremos que prepararnos para vivir un largo período de incertidumbre hasta que se descubra, por lo menos, una vacuna. Llegado ese momento serán los propios hechos los que nos harán comprender que será imposible volver al sistema económico que estaba vigente antes de la pandemia. Habiéndose agotado el tiempo de la mitigación, no nos quedará otra opción que adaptarnos profundamente al nuevo escenario.

Esto implicará que la economía tendrá que reconvertirse para que la humanidad pueda tener algunas probabilidades de éxito y sobrevivir al colapso civilizatorio que ya ha comenzado. En esta línea, el doctor español Luis González Reyes centra esta reconversión económica  “verde” en cuatro pilares:

  1. La desalarización para alcanzar una autonomía vital que permita satisfacer las necesidades básicas sin depender del dinero como, por ejemplo, practicar sistemáticamente el prosumo, es decir, producir aquello que consumimos.
  2. Un decrecimiento económico considerado como un proceso planificado, justo, equitativo y que respete los límites de la naturaleza.
  3. La integración de la economía a la naturaleza promoviendo la primarización ecológica de la economía. (En este punto, resulta interesante el caso de Ámsterdam que está basándose en los principios  propuestos por la economista ecológica británica, Kate Raworth).
  4. Una relocalización sistémica para hacer una vida de proximidad y en armonía con la naturaleza.

Sin lugar a dudas son propuestas aún inimaginables para este país. Sin embargo, se basan en la premisa de que la sensibilización para la aceptación de los nuevos paradigmas en el siglo XXI tendrá lugar a raíz de los propios hechos y no por luchas ideológicas como las del siglo XX.

Si hacemos caso a los economistas de turno, la reanudación de las actividades tendrá una continuidad con lo que ocurría antes de la pandemia. Esto que estamos viviendo para ellos es un caso extraordinario que no volverá a repetirse y tratarán de aplicar una serie de medidas que nos recordarán a la “sopa de letras” y que, muy probablemente, vendrán adornadas con la palabra “sustentable”. Desde el punto de vista de los economistas descalzos, la pandemia está siendo afrontada por las personas con múltiples iniciativas de solidaridad, con un importante espíritu comunitario y con gran innovación social. Esto nos permite sostener que está creciendo el germen de la esperanza activa, el cual podrá constituirse en una acumulación de fuerzas creadoras y liberadoras; fuerzas que nos permitirán reconstruir, desde abajo, la economía y la sociedad.

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