La pandemia adelantó procesos sociales que deberían haber llegado al país en unos cinco o diez años más. En este caso nos referiremos a la vida nómada, uno de los cambios en el modo de vida que trae aparejada la crisis ecológica y climática.
En materia climática y en un plano global, se reconocen dos grandes líneas de acción para enfrentar la crisis climática: las acciones de mitigación y las de adaptación. Si bien estas dos líneas de acción se reconocen como importantes, en los hechos no ocurre así. Existe un marcado acento por privilegiar las acciones de mitigación ya que no suponen cambios estructurales y se pueden abordar con una política de reformas. Por ejemplo, en el caso de los plásticos de un solo uso: en vez de eliminar los envases como las botellas de bebida se busca “reciclarlos” para seguir utilizándolos. En este punto, abundan los ejemplos y las teorías que se centran en la mitigación, en la economía verde, en la economía circular o en la basura cero.
El problema radica en que el tiempo para hacer reformas y políticas de mitigación ya se agotó. Las pruebas están por todos lados pero la élite no quiere aceptarlas y mantiene a la gente desinformada. En plena pandemia, el año 2020 ha sido el año más caluroso de la historia humana y, a pesar de haber estado confinada la mitad de la población de todo el mundo y de haber disminuido el CO2 en un 7,5 por ciento en relación al 2019, la Organización Meteorológica Mundial estima que esta disminución de gases de efectos invernadero en la atmósfera tendrá un impacto de 0,01 grados de aquí al 2050, es decir, su impacto será prácticamente nulo.
¿Cuál es la conclusión que podría sacar la ciencia y la élite gobernante? Que existe una inercia climática que hace imposible frenar el cambio climático en el corto y en el mediano plazo. Ya no depende del ser humano la capacidad de mitigar el calentamiento global pues es un proceso de ajuste que la naturaleza ya inició. No tenemos el poder de detenerlo aunque mañana dejemos abruptamente de contaminar.
No nos queda otro camino. Si queremos sobrevivir tendremos que realizar una profunda adaptación a las nuevas condiciones ecológicas y climáticas. Esto solo se puede realizar por medio de un cambio radical en la forma en que vivimos y ocupamos el territorio.
Una de las tendencias que ciertamente vendrá como forma de adaptación serán los nuevos modos de vidas nómadas. En el fondo, no serán una nueva moda sino una estrategia de supervivencia.
La vida nómada tendrá distintas expresiones según las generaciones que la practiquen. Las generaciones que son hoy adultos mayores tratarán de vivir en dos residencias ubicadas en ecosistemas naturales distintos como puede ser en el eje centro-sur, centro-norte o norte-sur. El concepto de la segunda vivienda ubicada en el mismo ecosistema pero en la costa o en la montaña será reemplazado por vivir en ecosistemas marcadamente diferentes donde el tema climático sea el preferido por encima de las otras características. Esta tendencia se dará también entre las poblaciones más pobres donde las “tomas” por una segunda vivienda probablemente comenzarán a darse tanto en el norte chico como en las zonas cordilleranas del centro.
Pero la vida nómada será practicada mayoritariamente por las nuevas generaciones. Los jóvenes, a raíz de la ruptura social, económica y cultural que adelantó la pandemia, profundizarán aquello que venía dándose en un menor ritmo. El modo de vida caracterizado por el circuito impuesto por los clanes familiares como el de estudiar – trabajar – emparejarse – adquirir una vivienda – jubilarse ya dejó de ser viable para promover una movilidad ascendente tanto en lo económico como en lo social. Como este esquema se terminó, resulta hoy en día inviable reconstruirlo por los niveles de incertidumbre que provoca la crisis terminal de nuestra civilización.
Para los jóvenes será más atractivo comprar un “motorhome” o transformar una combi para vivir en distintos lugares y trabajar en múltiples actividades. Esta opción es mucho más económica que la tradicional ya que pueden acceder por medio de un simple crédito de consumo; a diferencia de comprarse un departamento que requeriría un crédito hipotecario que los dejaría comprometidos con una deuda a largo plazo en una ciudad cada vez más inhóspita.
Vislumbrar una revolución del nomadismo parece impensable en el Chile actual dominado por los paradigmas antropocentristas liberales o marxistas. Sin embargo, como está ocurriendo cada vez más frecuentemente, el ser humano y las élites que dominan las sociedades tienen poca injerencia en aquello que está ocurriendo en nuestros entornos por la crisis climática y ecológica. De una vez por todas debemos aceptar que el proceso ecológico y climático quedó fuera de control. En el corto y en el mediano plazo no queda otra alternativa que adaptarnos profundamente si es que deseamos sobrevivir y participar en la construcción de la nueva civilización.