La regla del 3,5 por ciento inspira en la actualidad a los movimientos sociopolíticos ambientales más exitosos y efectivos. Esta regla, surgida desde la ecología política, analiza cómo se producen los cambios “desde abajo”, es decir, desde la ciudadanía.
Existen dos formas principales de ejercer la democracia: la representativa y la participativa. La democracia representativa es la que ejercemos al marcar un voto, “es el tipo de democracia en el que el poder político procede del pueblo, pero no es ejercido por él sino por sus representantes”. En cambio, la democracia participativa es definida como un conjunto de sistemas o mecanismos por medio de los cuales los ciudadanos -o la sociedad civil en su conjunto- pueden tomar parte de las decisiones públicas o incidir en las mismas.
La participación directa de los ciudadanos es un hecho visible y, como nos gusta decir, se ejerce “votando con los pies”: mostrando un camino o marcando un sentido en la acción. Por ejemplo, esto sucede cuando utilizamos diariamente la bicicleta, cultivamos nuestros alimentos, nos manifestamos a través de la desobediencia civil pacífica, etc.
Por lo general, los cambios por medio de la democracia representativa necesitan reunir a la mayoría de la población (el 50 por ciento más uno). Así se eligen los presidentes, los parlamentarios y los alcaldes. En contraposición, los cambios realizados a través de la democracia participativa sólo necesitan poner en movimiento al 3,5 por ciento de la población total de una comuna, región o país.
Este número no es dado al azar. Se explica a partir de una investigación realizada por Érica Chenoweth, cientista política de la Universidad de Harvard. Chenoweth observó y estudió cientos de movimientos sociales ocurridos en el siglo pasado y descubrió que las campañas no violentas tuvieron dos veces más posibilidades de lograr sus objetivos que las violentas. Además, fruto de esta investigación, pudo determinar con certeza que estas campañas no violentas se convirtieron en exitosas cuando el número de ciudadanos movilizados alcanzó el 3,5 por ciento de la población objetivo.
En este punto, podemos sumar a nuestro análisis otra contribución de la ciencia política moderna: la teoría denominada la Ventana de Overton. Esta teoría lleva el nombre de su creador, Joseph Overton, ex vicepresidente del Centro Mackinac de Política Pública y señala que, para cada momento o clima de opinión, existe una “ventana” angosta de políticas públicas que la ciudadanía considera como potencialmente aceptables. Estas políticas serían las que determinen la viabilidad de una propuesta más que las características personales del político en sí.
Desde nuestro punto de vista, la evolución del clima político cada vez depende menos de los seres humanos y más de la crisis ecológica y climática. La naturaleza es hoy la que determina el clima de la opinión pública y, por consiguiente, los escenarios sociopolíticos que predominan en un momento determinado tanto en el marco de la democracia representativa como en la participativa. Un ejemplo de esto podría ocurrir en septiembre en Alemania. Después de vivir catastróficas inundaciones, los ciudadanos podrían considerar que es el Partido Verde el que está mejor preparado para conducir al país en estos tiempos.
Finalmente, sumamos a nuestro análisis un aporte proveniente desde las ciencias naturales que permite explicar mejor y darle mayor consistencia a la regla del 3,5 por ciento: el concepto de punto de inflexión.
Este concepto es reciente y sirve para explicar el cambio cualitativo que experimenta un ecosistema a partir de pequeñas transformaciones que pueden desencadenar cambios mayores al desatarse fenómenos de retroalimentación. Esto ocurre, por ejemplo, en un lago, cuando se le aporta una determinada cantidad de inputs externos (como podría ser fósforo) y llega un momento en el que estos “aportes externos” producen un cambio cualitativo. Este momento es el que se denomina “punto de inflexión” y señala un cambio de tendencia. Por lo general, en los fenómenos naturales asociados a la crisis ecológica y climática esta transformación resulta irreversible en el corto o mediano plazo para el tiempo histórico de los seres humanos.
Hoy la clase política en su conjunto vive un gran descrédito por parte de la ciudadanía. En simultáneo, existe un amplio camino de innovación social que la sociedad civil puede impulsar en la práctica, a través de la democracia participativa, en un contexto de crisis climática. Creemos que es el momento de hacerlo pues la situación que estamos viviendo es inédita. Sin lugar a dudas, en Chile y en todo el mundo el verdadero cambio vendrá desde abajo.