La crisis ecológica y climática constituye la madre de todas las batallas. Si logramos enfrentarla con éxito, conseguiremos crear una nueva civilización que reemplace a la actual que ya está moribunda. En esta nueva civilización, los seres humanos nos habremos reconciliados entre sí, con los otros seres y con la naturaleza. Si en cambio perdemos la batalla, lo más probable es que entremos en un proceso de extinción irremediable al no haber podido adaptarnos a la nueva realidad.
Hasta ahora, los gérmenes de una nueva civilización siempre han nacido del vientre de la antigua y se adelantan a su desarrollo pues se originan como tendencias marginales. Saber distinguir entre un fenómeno que puede ser marginal y otro que posee la potencialidad de ser germinal es clave para posibilitar la construcción de escenarios que nos guíen con mayor certeza en nuestras actividades y en la vida en general.
Como lo hemos dicho en otras ocasiones, la pandemia viral (de origen zoonótico como el 70 por ciento de las últimas pandemias) surge de la crisis ecológica y climática. Somos muchos los que sabemos que no será la última pandemia y que tendremos que prepararnos para convivir con esta nueva realidad.
Sin embargo, están quienes no piensan así. Tal es el caso de la gran mayoría de los ciudadanos chilenos y de la elite que nos gobierna. Una encuesta realizada por la consultora IPSOS para el Foro Económico Mundial afirmó que un 90 por ciento de los chilenos piensa que la pandemia se irá y que podremos retornar a la situación previa en un año o en un poco más. Según esta encuesta, un grupo minoritario de un 8 por ciento (dentro de los cuales nos encontramos) estima que la pandemia llegó para quedarse y que, por lo tanto, no se volverá nunca a la situación previa.
Ante este escenario, tendencias como el nomadismo y el minimalismo podrán desarrollarse con un marcado impulso en el futuro inmediato.
Entendemos por nomadismo a la acción de vivir en dos o más lugares que pertenecen a distintos ecosistemas para adaptarse a los cambios climáticos, económicos o simplemente para huir de las grandes ciudades por motivos diversos. El nomadismo es distinto a los movimientos “sin casa” o a los temporeros o temporeras (trabajadores que recorren territorios en busca de empleo y que una vez finalizado el trabajo regresan a su lugar de origen). El nomadismo es hasta ahora una práctica voluntaria pero si se agudiza la crisis climática podría llegar a ser una práctica obligada.
El nuevo nomadismo será una consecuencia directa de la realidad post pandemia y tomará múltiples formas según el sector social que lo lleve adelante. Podrá practicarlo un simple mochilero, probablemente en bicicleta, que busque un lugar para vivir o un profesional joven que puede trabajar a distancia y que anhela radicarse cerca de la naturaleza. Podrá también abarcar sectores de clase media que pueden trabajar por Internet y que deciden trasladarse a territorios con mejor calidad de vida desde el punto de vista ambiental o segmentos etarios que ya han terminado su etapa de empleo activo y que deciden mudarse a lugares más ventajosos para crear nuevas condiciones de vida.
Con la crisis climática podemos esperar migraciones masivas dentro de un mismo territorio o entre países. El nomadismo será una de las formas de vida que mejor se adaptará a estos períodos azotados por eventos extremos.
Si se considera a la práctica del nomadismo como una forma de adaptación al cambio climático, tendremos que evaluar también un modo de vida simple centrado, principalmente, en el uso de productos y servicios locales.
Entonces, otra tendencia social que se presentará es el minimalismo. Esta tendencia, nacida en oriente, pareciera ir de la mano con la pandemia. Para definir al minimalismo en pocas palabras podemos decir que es un estilo de vida practicado por seres humanos que tratan de vivir sólo con lo indispensable y que eliminan constantemente lo que consideran no esencial.
Sin lugar a dudas es una práctica social anticonsumista que choca directamente con la sociedad de consumo que predomina. A medida que se profundiza el colapso de nuestra civilización industrial, la necesidad de vivir de forma más simple y con menos recursos crecerá como tendencia, particularmente, entre las generaciones más jóvenes.
El minimalismo supone el fin de la sociedad del tener y abre camino al mundo del ser. En tiempos donde predomina la incertidumbre podemos pensar que practicarlo es una condición indispensable para que se desarrolle el nomadismo. La crisis climática cambiará las formas tradicionales de vida y tendremos que vivir al ritmo que nos imponga la naturaleza. Tuvimos un tiempo, que lamentablemente ya pasó, en el que pudimos mitigar los efectos del cambio climático. Ahora ya no nos queda otro camino para sobrevivir que adaptarnos profundamente. Llegó entonces la época de vivir mejor con mucho menos.